23.6.05

TODAS LAS MIRADAS, TODAS; DE TODOS LOS PERSONAJES, UNO

Zaguero boquense Segundo Medici: le pegó a todo lo uruguayo que se movía, ya fueran jugadores charrúas o tranquilos y domingueros paseantes por la 18 de Julio.


"El público ha demostrado su buen sentido", pifió lindo y para la historia el canciller oriental, Pedro Manuel Ríos, al terminar el partido, ante micrófonos y lápices nerviosos que abreviaban sobre libretitas y anotadores, cuando los prolegómenos del drama que se venía continuaban lo más orondos su parafernalia. Para colmo, cosa de que no faltara nada, el remate se erigió en un digno broche de oro por méritos propios: "Fue una jornada feliz", concluyó premonitoriamente cuando faltaban por lo menos seis horas para la medianoche y un compatriota muerto en el medio.

El engolado formalismo de los hombres que revisten poder no tiene fronteras. El ministro del Interior argentino era Vicente Gallo. Tomar medidas para tratar de identificar y detener al asesino no va a tomar ninguna. Ni siquiera ponerle un vigilante al atraque y desembarco del General Artigas. Pero le telegrafió a su par oriental, cosa de cubrir los baches del protocolo:

LAMENTO VIVAMENTE EL INCIDENTE SANGRIENTO QUE HA SOMBREADO EL DIGNO Y PRESTIGIOSO SIGNO DE CULTURA Y NOBLE ESPIRITU DEPORTIVO. STOP.

Cuesta tanto trabajo creerle como volver a releerlo.

La única pista que dejó el matador fue su sombrero negro, que en el filete interior, de cuero, que lo calza en la cabeza, denotaba su procedencia y acrecentaba las sospechas hacia los boquenses:


Casa Grande & Marelli


tenía estampado a fuego. Ese famoso y tradicional comercio tenía su sede en Almirante Brown 870, pleno corazón de la muy especial barriada/país, pero cuando el juez citó a declarar al responsable, los dueños originales ya no existían y, según quedó asentado, muchos, cuando mandaban a arreglar un funyi berreta, le hacían injertar ese filete para darle prosapia y distinción a lo que tenía una cuna de sombrererías de 4ª y en franco descenso...

¿La chantada también ya se había asentado y sacado carta de ciudadanía? ¿Acaso no era oriunda de los mismos hedores de una Vuelta de los Tachos que ya había sido condenada a morir lentamente por el aparente triunfo a lo Pirro del Puerto Madero? [6]

6 Gobello, José. El lenguaje de mi pueblo. A Peña Lillio Editor. Buenos Aires, 1974, 48 págs. Para el fundador y presidente de la Academia de Lunfardo, el ya extendido y generalizado término proviene del genovesismo ciantapuffi, literalmente estafador, y a raíz de ser perito de parte en una controversia judicial sobre su contenido injurioso, que justamente dio lugar a la anotada edición, le otorga el siguiente y preciso significado: “Insolvente moral y materal.”


Todas las versiones circulantes, y que todavía perduran, le adjudicaron la autoría del certero balazo a José Stella, más conocido como Pepino El Camorrista, un protegido del arquero y poeta Américo Tesorieri que desde chiquilín se paraba siempre atrás del arco de su ídolo, y que los boquenses habían adoptado como mascota. Los años lo hicieron crecer y como ya no tuvo físico para mascota, pasó a una categoría neblinosa entre el cholulo, el guardaespaldas y el que vive a través del ídolo, ya catalogados entonces como allegados, una categoría sociológico/existencial nunca definida y menos que menos estudiada, que el domingo 14 de mayo de 1939, cuando después de tres lustros retorne la muerte a la violencia futbolera nacional, van a tener un papel decisivo en el Lanús-Boca Juniors donde la policía mató a mansalva a dos hinchas zeneizes, entre ellos una criatura de 9 años. Eran tales las mentas del curioso personaje que cuando Boca regresa de la gira europea del año siguiente, ya alcanzada la cumbre consagratoria de gran club y comiencen a expandirse sus adhesiones por la Argentina, El Gráfico de los Vigil le va a dedicar una página entera, con cantidad de fotos, adelantándose pioneramente en inmortalizar a la nueva clase de modelos sociales que estaba ya empezaba a segregar la modernidad.