TODAS LAS MIRADAS, TODAS; DE TODOS LOS PERSONAJES, UNO

El engolado formalismo de los hombres que revisten poder no tiene fronteras. El ministro del Interior argentino era Vicente Gallo. Tomar medidas para tratar de identificar y detener al asesino no va a tomar ninguna. Ni siquiera ponerle un vigilante al atraque y desembarco del General Artigas. Pero le telegrafió a su par oriental, cosa de cubrir los baches del protocolo:
LAMENTO VIVAMENTE EL INCIDENTE SANGRIENTO QUE HA SOMBREADO EL DIGNO Y PRESTIGIOSO SIGNO DE CULTURA Y NOBLE ESPIRITU DEPORTIVO. STOP.
Cuesta tanto trabajo creerle como volver a releerlo.
La única pista que dejó el matador fue su sombrero negro, que en el filete interior, de cuero, que lo calza en la cabeza, denotaba su procedencia y acrecentaba las sospechas hacia los boquenses:
Casa Grande & Marelli
tenía estampado a fuego. Ese famoso y tradicional comercio tenía su sede en Almirante Brown 870, pleno corazón de la muy especial barriada/país, pero cuando el juez citó a declarar al responsable, los dueños originales ya no existían y, según quedó asentado, muchos, cuando mandaban a arreglar un funyi berreta, le hacían injertar ese filete para darle prosapia y distinción a lo que tenía una cuna de sombrererías de 4ª y en franco descenso...
¿La chantada también ya se había asentado y sacado carta de ciudadanía? ¿Acaso no era oriunda de los mismos hedores de una Vuelta de los Tachos que ya había sido condenada a morir lentamente por el aparente triunfo a lo Pirro del Puerto Madero? [6]
6 Gobello, José. El lenguaje de mi pueblo. A Peña Lillio Editor. Buenos Aires, 1974, 48 págs. Para el fundador y presidente de la Academia de Lunfardo, el ya extendido y generalizado término proviene del genovesismo ciantapuffi, literalmente estafador, y a raíz de ser perito de parte en una controversia judicial sobre su contenido injurioso, que justamente dio lugar a la anotada edición, le otorga el siguiente y preciso significado: “Insolvente moral y materal.”
Todas las versiones circulantes, y que todavía perduran, le adjudicaron la autoría del certero balazo a José Stella, más conocido como Pepino El Camorrista, un protegido del arquero y poeta Américo Tesorieri que desde chiquilín se paraba siempre atrás del arco de su ídolo, y que los boquenses habían adoptado como mascota. Los años lo hicieron crecer y como ya no tuvo físico para mascota, pasó a una categoría neblinosa entre el cholulo, el guardaespaldas y el que vive a través del ídolo, ya catalogados entonces como allegados, una categoría sociológico/existencial nunca definida y menos que menos estudiada, que el domingo 14 de mayo de 1939, cuando después de tres lustros retorne la muerte a la violencia futbolera nacional, van a tener un papel decisivo en el Lanús-Boca Juniors donde la policía mató a mansalva a dos hinchas zeneizes, entre ellos una criatura de 9 años. Eran tales las mentas del curioso personaje que cuando Boca regresa de la gira europea del año siguiente, ya alcanzada la cumbre consagratoria de gran club y comiencen a expandirse sus adhesiones por la Argentina, El Gráfico de los Vigil le va a dedicar una página entera, con cantidad de fotos, adelantándose pioneramente en inmortalizar a la nueva clase de modelos sociales que estaba ya empezaba a segregar la modernidad.
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